Translate

Visitas

sábado, 1 de junio de 2013

Un asteroide con luna propia pasa relativamente cerca de la Tierra



El asteroide cuya trayectoria ha registrado esta noche la máxima aproximación a la Tierra (a 5,8 millones de kilómetros) tiene una luna propia que lo acompaña. El cuerpo principal se llama 1998 QE2 y mide aproximadamente 2,7 kilómetros de diámetro, cumpliendo un giro completo sobre su eje en menos de cuatro horas. Los astrónomos han observado en su superficie varias zonas oscuras que deben ser grandes concavidades. El satélite, sin embargo, mide solo unos 600 metros. No es tan extraño en el cielo este andar juntos de varios cuerpos ya que, se estima que aproximadamente el 16% de todos los asteroides de 200 metros o más forman parte de sistemas binarios o triples. Pero este ofrece una buena oportunidad a los investigadores que están siguiéndolo ahora que pasa relativamente cerca. Relativamente, porque los 5,8 millones de kilómetros de máxima aproximación a la Tierra (a las 22.59 hora peninsular del viernes) son más de 15 veces la distancia de la Tierra a la Luna, pero no volverá a pasar tan cerca al menos hasta dentro de un par de siglos, según informa la NASA.

Un asteroide de ese tamaño colisiona con la Tierra cada millón de años, como media, y su efecto es devastador por su influencia en el clima del planeta y por su capacidad de destrucción masiva en un territorio del tamaño de México. Con este no hay riesgo, pasa lejos.

El asteroide fue descubierto, en 1998, por especialistas del Instituto de Tecnología de Massachusetts y ahora los expertos de la NASA han logrado observarlo con radar, en concreto con la antena de 70 metros de diámetro de la Red de Espacio Profundo de la NASA en Goldstone (California). Durante toda la semana próxima se seguirá el asteroide con esa antena y con el gran radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico. Con las observaciones continuadas, los científicos pueden obtener datos precisos sobre el tamaño del objeto, su forma, su rotación y algunas características de su superficie. Además, los seguimientos de los asteroides ayudan a precisar los cálculos de órbita, lo que es esencial para las actividades de protección del planeta frente al riesgo de impacto de objetos celestes.

Las imágenes de 1998 QE2 obtenidas con la antena de 70 metros tienen, de momento, una resolución de 75 metros por pixel.

El oculto lazo de Orión



Esta nueva e impactante imagen de nubes cósmicas en la constelación de Orión revela lo que parece ser un encendido lazo en el cielo. Este brillo anaranjado representa la débil luz que proviene de granos de frío polvo interestelar, en longitudes de onda demasiado largas para ser vistas por el ojo humano. Fue observado por el experimento APEX (Atacama Pathfinder Experiment), operado por ESO en Chile.

Las nubes de gas y polvo interestelar son la materia prima de la cual se componen las estrellas. Pero esos diminutos granos de polvo bloquean nuestra visión de lo que se encuentra dentro y detrás de las nubes — al menos en longitudes de onda visibles — dificultando la observación del proceso de formación estelar.

Este es el motivo por el cual los astrónomos necesitan utilizar instrumentos capaces de ver en otras longitudes de onda de la luz. En longitudes de onda submilimétricas, en lugar de bloquear la luz, los granos de polvo brillan debido a sus temperaturas de unas decenas de grados por encima del cero absoluto. El telescopio APEX, con la cámara LABOCA, que trabaja en el rango submilimétrico, situado a una altitud de 5.000 metros sobre el nivel del mar, en el Llano de Chajnantor, en los Andes chilenos, es la herramienta ideal para este tipo de observaciones.

Esta nueva y espectacular imagen muestra solo una parte de un complejo mayor llamado la Nube Molecular de Orión, en la constelación de Orión (El Cazador). Esta región, una rica mezcla de brillante nebulosa, estrellas jóvenes calientes y nubes de polvo frío, tiene un tamaño de cientos de años luz y se encuentra a unos 1.350 años luz de nosotros. En esta imagen, el brillo del rango submilimétrico, procedente de las nubes de polvo frío, se ve en colores anaranjados, y está superpuesta sobre una imagen de la región tomada en luz visible.

La gran nube brillante de la parte superior derecha de la imagen es la conocida Nebulosa de Orión, también llamada Messier 42. Es fácilmente visible a simple vista y se identifica como la ligeramente difusa “estrella” central en la espada de Orión. La Nebulosa de Orión es la parte más brillante de una enorme guardería estelar en la que están naciendo estrellas nuevas, y es el lugar de formación estelar masiva más cercano a la Tierra.

Las nubes de polvo forman hermosos filamentos, láminas y burbujas como resultado de procesos que incluyen el colapso gravitatorio y el efecto de los vientos estelares. Estos vientos son chorros de gas eyectados desde las atmósferas de las estrellas, que son lo suficientemente potentes para dar a las nubes de su entorno las retorcidas formas que vemos en la imagen.

El Hubble logra la mejor foto de la Nebulosa del Anillo



El telescopio espacial Hubble ha conseguido la imagen más detallada jamás captada de la famosa Nebulosa del Anillo, también conocida como Messier 57. Esta imagen revela la estructura intrincada de la nebulosa, solo insinuada en las observaciones anteriores, y ha permitido a los científicos construir un modelo en 3D que muestra la verdadera forma de este llamativo objeto.

Formada por una estrella que pierde sus capas exteriores, ya que se queda sin combustible, la Nebulosa del Anillo está relativamente cerca de la Tierra y es bastante brillante, por lo que es fácil de ver y se registró por primera vez en el siglo XVIII. Como es común en los objetos astronómicos, la distancia exacta no se conoce, pero se cree que se encuentra a poco más de 2.000 años luz de la Tierra.

Desde la perspectiva de la Tierra, la nebulosa se ve más o menos elíptica. Sin embargo, los astrónomos han combinado los datos terrestres con las nuevas observaciones realizadas con el Hubble, de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), para observar la nebulosa de nuevo, en busca de pistas sobre su estructura, evolución, condiciones físicas y movimiento.

Resulta que la nebulosa tiene la forma de una rosquilla distorsionada. En la imagen, miramos casi directamente a uno de los polos de esta estructura, con un cañón de material de colores brillantes que se extiende lejos de nosotros. Aunque el centro de la rosquilla puede parecer vacío, en realidad está lleno de material de baja densidad que se extiende tanto hacia nosotros como hacia el lado opuesto, creando una forma similar a una pelota de rugby.

La parte más brillante de la nebulosa es lo que vemos como el colorido anillo principal. Este se compone de gas expulsado por la estrella moribunda en el centro de la nebulosa. Esta estrella está en camino de convertirse en una enana blanca, un cuerpo muy pequeño, denso y caliente que es la etapa evolutiva final para una estrella como nuestro Sol.

La Nebulosa del Anillo es uno de los objetos más notables en nuestros cielos. Fue descubierto en 1779 por el astrónomo Antoine Darquier de Pellepoix, y observado más tarde ese mismo mes por Charles Messier. Ambos astrónomos toparon con la nebulosa cuando trataban de seguir la trayectoria de un cometa a través de la constelación de Lyra.

Un evento cósmico en la Edad de Hielo provocó un cambio climático en la Tierra



Científicos de la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos) han determinado que "cerca del final de la Edad de Hielo" se produjo un evento cósmico que provocó un cambio climático que obligó a la vegetación y a los animales a adaptarse a un nuevo entorno.

Los expertos que han llevado a cabo este trabajo, publicado en PNAS, han estudiado la cueva Sheriden en Ohio, situada a 100 metros bajo la superficie, donde pueden observarse capas geológicas que datan de hace unos 13.000 años. Allí, se han encontrado evidencias que avalan la teoría de que se produjo un evento cósmico lo suficientemente cerca de la Tierra como para derretir la roca y producir fenómenos geológicos poco frecuentes.

Concretamente, los geólogos han hallado esférulas de carbono, que se forman cuando las sustancias se queman a temperaturas muy altas. Estos cuerpos presentan características que indican su origen, que puede ser la quema de carbón, la caída de rayos, incendios forestales o algo más extremo.

Para el autor principal del estudio, Kenneth Tankersley, las rocas que su equipo está estudiando "sólo podrían haber sido formadas por la combustión de roca".

Además, también ha destacado como "hallazgos importantes" de su equipo los micrometeoritos (pequeños trozos de meteoritos o partículas de polvo cósmico que se han puesto en contacto con la superficie de la Tierra); nanodiamantes (diamantes microscópicos que se forman cuando una fuente de carbono se somete a un impacto extremo, y que a menudo se encuentran en los cráteres de meteoritos); y Lonsdaleita (un tipo raro de diamante, también llamado un diamante hexagonal, que sólo se encuentran en zonas como cráteres de meteoritos).

El investigador cree que el evento cósmico que ocurrió hace unos 12.800 años tuvo un efecto "inmediato y mortal" y los efectos secundarios a largo plazo fueron "devastadores". A su juicio, un cometa que rozó la atmósfera de la Tierra o un asteroide que se estrelló contra su superficie causó una combustión a escala global. La explosión produjo un gas tóxico que nubló el cielo y causó que las temperaturas cayeran en picado.

Este clima puso en duda la existencia de poblaciones de plantas y animales y se produjo lo que Tankersley ha clasificado como "ganadores" y "perdedores". Para Tankersley, los seres vivos de este período tenían tres opciones: reubicarse en otro entorno donde podían ganarse la vida de forma similar; ajustar su estilo de vida para adaptarse al entorno actual o extinguirse rápidamente.

"Los 'ganadores' eligieron una de las dos primeras opciones, mientras que los 'perdedores', como el mamut lanudo, se decantaron por la última", ha explicado el experto. "Sea lo que fuese, no causó la extinción", dice Tankersley, quien ha añadido que, "más bien, esto sea probablemente el primer caso de cambio climático forzado".

El primer mapa topográfico de Titán

Científicos de la NASA han creado, a través de la sonda Cassinni, el primer mapa topográfico de Titán, la mayor luna de Saturno. Según ha explicado la agencia espacial estadounidense, este mapa es una herramienta valiosa para aprender más sobre uno de los mundos más parecidos a la Tierra y más interesantes del Sistema Solar.

Titán es la luna más grande de Saturno y la segunda del Sistema Solar, con un radio de alrededor de 2.574 kilómetros. Es mayor que el planeta Mercurio. Los científicos se han interesado siempre por este cuerpo por sus características especiales.

Hasta ahora, se conoce que es el único satélite que tiene nubes, líquido en la superficie y una misteriosa atmósfera espesa. Esta última, está compuesta principalmente de nitrógeno, como la de la Tierra. Pero en esta luna es el metano el que actúa en forma de vapor de agua y es el que forma nubes y posteriormente cae en forma de lluvia y está presente en sus ríos.

"Titán tiene tanta actividad interesante y para entender estos procesos es útil saber cómo son las pendientes del terreno", ha señalado uno de los autores del trabajo, publicado en Icarus, Ralph Lorenz.

"Es especialmente útil para los estudiosos de la hidrología y clima y el modelado de tiempo de Titán, que necesitan saber si hay terreno alto o bajo", ha apuntado. En este sentido, la NASA ha explicado que la espesa niebla de Titán dispersa la luz de forma que se hace muy difícil para las cámaras remotas "ver" las formas del paisaje y las sombras.

Prácticamente todos los datos que se han obtenido de Titán vienen de Cassini, que se ha acercado unas 100 veces a la luna. Los científicos han señalado que, en muchos de esos sobrevuelos, Cassini ha utilizado un generador de imágenes de radar, que puede observar a través de la bruma y los datos del radar se puede utilizar para estimar la altura de la superficie.

"Con este nuevo mapa topográfico, uno de los mundos más fascinantes y dinámicos del Sistema Solar se puede ver ahora en 3-D", ha indicado otro de los autores del trabajo, Steve Wall. "En la Tierra, los ríos, volcanes e incluso el clima están estrechamente relacionadas con las alturas de las superficies. Estamos ansiosos por ver lo que podemos aprender de estos aspectos en Titán", ha concluido.

Un evento cósmico en la Edad de Hielo provocó un cambio climático en la Tierra

Científicos de la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos) han determinado que "cerca del final de la Edad de Hielo" se produjo un evento cósmico que provocó un cambio climático que obligó a la vegetación y a los animales a adaptarse a un nuevo entorno.

Los expertos que han llevado a cabo este trabajo, publicado en PNAS, han estudiado la cueva Sheriden en Ohio, situada a 100 metros bajo la superficie, donde pueden observarse capas geológicas que datan de hace unos 13.000 años. Allí, se han encontrado evidencias que avalan la teoría de que se produjo un evento cósmico lo suficientemente cerca de la Tierra como para derretir la roca y producir fenómenos geológicos poco frecuentes.

Concretamente, los geólogos han hallado esférulas de carbono, que se forman cuando las sustancias se queman a temperaturas muy altas. Estos cuerpos presentan características que indican su origen, que puede ser la quema de carbón, la caída de rayos, incendios forestales o algo más extremo.

Para el autor principal del estudio, Kenneth Tankersley, las rocas que su equipo está estudiando "sólo podrían haber sido formadas por la combustión de roca".

Además, también ha destacado como "hallazgos importantes" de su equipo los micrometeoritos (pequeños trozos de meteoritos o partículas de polvo cósmico que se han puesto en contacto con la superficie de la Tierra); nanodiamantes (diamantes microscópicos que se forman cuando una fuente de carbono se somete a un impacto extremo, y que a menudo se encuentran en los cráteres de meteoritos); y Lonsdaleita (un tipo raro de diamante, también llamado un diamante hexagonal, que sólo se encuentran en zonas como cráteres de meteoritos).

El investigador cree que el evento cósmico que ocurrió hace unos 12.800 años tuvo un efecto "inmediato y mortal" y los efectos secundarios a largo plazo fueron "devastadores". A su juicio, un cometa que rozó la atmósfera de la Tierra o un asteroide que se estrelló contra su superficie causó una combustión a escala global. La explosión produjo un gas tóxico que nubló el cielo y causó que las temperaturas cayeran en picado.

Este clima puso en duda la existencia de poblaciones de plantas y animales y se produjo lo que Tankersley ha clasificado como "ganadores" y "perdedores". Para Tankersley, los seres vivos de este período tenían tres opciones: reubicarse en otro entorno donde podían ganarse la vida de forma similar; ajustar su estilo de vida para adaptarse al entorno actual o extinguirse rápidamente.

"Los 'ganadores' eligieron una de las dos primeras opciones, mientras que los 'perdedores', como el mamut lanudo, se decantaron por la última", ha explicado el experto. "Sea lo que fuese, no causó la extinción", dice Tankersley, quien ha añadido que, "más bien, esto sea probablemente el primer caso de cambio climático forzado".

miércoles, 29 de mayo de 2013 El cometa 2010 WG9, camino de la Tierra, mantiene intacta su superficie helada

Un equipo de investigadores liderado por el científico estadounidense David Rabinowit ha detectado que el cometa 2010 WG9, que está camino de la Tierra, mantiene intacta su superficie helada, una característica que permitirá a los expertos descubrir nuevos datos sobre la formación del Sistema Solar.

Según ha indicado el experto, esta roca ha sido expulsada de la Nube de Oort, la 'cáscara' que rodea el Sistema Solar, a un año luz del Sol, y cuya existencia es hipotética, es decir, nunca ha sido observada.


Las teorías han determinado que Oort se formó como remanente del disco protoplanetario que se formó alrededor del Sol hace 4,6 miles de millones de años. La hipótesis más aceptada es que los objetos de la nube se formaron muy cerca del Sol, en el mismo proceso en el que se crearon los planetas y los asteroides, pero las interacciones gravitatorias con los jóvenes planetas gaseosos como Júpiter y Saturno expulsaron estos objetos hacia largas órbitas elípticas o parabólicas.

Esta es la razón por la que Rabinowitz ha destacado la importancia de estudiar al cometa 2010 WG9. A su juicio, se podría verificar que la Nube de Oort es un remanente del Sistema Solar.

"Este es uno de los santos griales de ciencia planetaria", ha explicado, para añadir que esta podría ser una "oportunidad única para observar un planetesimal inalterado sobrante de la época de la formación del Sistema Solar".

El científico ha destacado que la observación de los cometas "es muy difícil", ya que están rodeados de brillantes nubes de polvo y gas. También están cerca del Sol, lo que significa que sus hielos se evaporan y su superficie original no se conserva. Pero 2010 WG9 ha conservador su superficie, no está cubierto por el polvo o gas, ya que ha pasado la mayor parte de su vida distanciado del Sol. De hecho, Rabinowitz ha indicado que "nunca se acercará a una distancia del Sol menor de la de Urano".

El cometa fue descubierto hace tres años por astrónomos de la Universidad de Yale, que observaron el objeto durante más de dos años, tomando imágenes de diferentes filtros.

Gracias a dichas observaciones se ha comprobado que la superficie de 2010 WG9 sufre variaciones de color similares a las que pueden verse en la de Plutón, y este tiene parches de hielo de metano. A diferencia del planeta enano, 2010 WG9 es pequeño (100 metros de diámetro) y no puede aferrarse a su hielo de metano. Según los expertos, es posible que parte de la superficie esté recién expuesta después de un impacto.

El ‘pájaro del amanecer’ ilumina la historia de los dinosaurios con plumas

El esqueleto completo y muy bien conservado de un nuevo dinosaurio emplumado del Jurásico Medio cambia algunas ideas previas sobre el origen y evolución de las aves. Este nuevo fósil, llamado Aurornis xui, es el más antiguo de los avialanos –que incluye aves y dinosaurios cercanos– y vuelve a incluir a Archaeopteryx en este grupo.

Aurornis xui –del latín Aurora y Ornis, pájaro del amanecer– es el nombre con el que han bautizado al dinosaurio avialano más antiguo encontrado hasta la fecha, gracias a un fósil completo, perteneciente al Jurásico Medio y descubierto en la provincia de Liaoning (China).

El descubrimiento, publicado hoy en Nature, también devuelve a Archaeopteryx al grupo Avialae –que incluye a las aves y a sus parientes más cercanos–. Este nuevo fósil también aclara la clasificación de otros dinosaurios parecidos a aves como Troodon.

Científicos del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales han analizado este dinosaurio y, tras compararlo con otros avialanos, han confirmado que tanto el nuevo Aurornis xui como el clásico Archaeopteryx pertenecen al grupo Avialae.

Además, el estudio coloca a Troodontidae, otra familia de dinosaurios parecidos a aves, como grupo hermano de los avialanos. Los autores también sugieren que la diversificación de las aves tuvo lugar en Asia durante el final del Jurásico Medio.

El dilema de Archaeopteryx

No existe un consenso entre los paleontólogos sobre la posición de Archaeopteryx, ya que según la definición de ave que se elija este famoso animal podría o no ser un ave.

La comparación de Aurornis con Archaeopteryx sitúa a ambos dentro del grupo Avialae. Este grupo, definido por Gauthier en 1986, engloba aquellas especies que están más cerca de las aves que del dinosaurio Deinonychus.

De esta forma, Aurornis sería el avialano más antiguo, y Archaeopteryx uno de los puntos de divergencia más antiguos dentro del grupo.

La mejor prueba de la existencia de un antiguo curso fluvial en Marte

Un equipo estadounidense publica en Science la mejor prueba facilitada hasta ahora de la existencia de un antiguo curso fluvial en Marte. Así lo confirma el descubrimiento de conglomerados –roca formada por una mezcla de piedras y arena– en los sedimentos del cráter marciano Gale, por donde se mueve actualmente el rover Curiosity. Incluso se han detectado guijarros redondeados parecidos a los de los ríos terrestres. Los datos los han facilitado dos instrumentos del rover: la cámara del mástil (Mastcam) y el espectrómetro CHEMCAM, que analiza las rocas marcianas mediante un láser.

Los científicos estiman que el río marciano en esta región debió de tener entre 0,3 y 90 cm de profundidad, con una velocidad del agua de entre 0,2 y 0,75 metros por segundo. El nuevo estudio parece confirmar lo que otros ya habían sugerido antes: que las condiciones en el pasado de Marte fueron mucho más cálidas y húmedas que las actuales.

Este hallazgo permite a los científicos reconstruir la historia climática del planeta. «Para poder mover y moldear estos cantos rodados, el agua debería de haber corrido entre diez centímetros y un metro de profundidad, circulando a una velocidad aproximada de 3,6 kilómetros por hora, más rápido que en los cauces habituales de muchos ríos», explica Morten Bo Madsen, líder del grupo de investigadores del Instituto Niels Bohr.

Es por eso que no se ha tratado de corrientes esporádicas que se evaporaran rápidamente, sino que el agua habría discurrido por dicho cauce durante periodos de tiempo prolongados. Probablemente, el planeta poseería una atmósfera más densa que la actual, con unas presiones superiores, pues en la actualidad la presión es cien veces menor que la terrestre.