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sábado, 16 de marzo de 2013

El genoma de la tenia revela sus puntos flacos para combatirla


La tenia y otros gusanos con forma de cinta (cestodos) como los que causan los quistes hidatídicos y la cisticercosis infectan el hígado y otros órganos vitales, pueden persistir en estado latente durante décadas y dan cuenta de dos de las 17 dolencias definidas por la OMS como “enfermedades tropicales abandonadas”, debido a la virtual ausencia de tratamientos eficaces. Su genoma revela que carecen de muchos sistemas biológicos básicos, sugiriendo de inmediato una serie de estrategias farmacológicas para matarlos.
Un consorcio internacional de científicos coordinados por Matthew Berriman, del departamento de genómica de parásitos del Instituto Sanger Wellcome Trust de Cambridge, Reino Unido —uno de los nodos del proyecto genoma público—, sienta hoy en Nature los cimientos del género al secuenciar (leer las letras del ADN tgcttggga…) los genomas de cuatro gusanos parásitos claves. Los cestodos se contaron entre los primeros parásitos identificados en el ser humano, y fueron aludidos ya por Hipócrates y Aristóteles hace 2.300 años.
Sin duda el más famoso es la tenia (Taenia solium), o solitaria, el desmesurado habitante ocasional del intestino humano, en cuyo interior clava sus garfios para generar una secuencia interminable de segmentos (o progótidos, en la jerga, lo que suena aún mucho peor) que alcanza con facilidad los cuatro metros de longitud, y a veces muchos metros más. Cada proglótido, para colmo, alberga aparatos reproductores de ambos sexos, lo que lo convierte en un sistema virtualmente autónomo. Un infierno dentro de las tripas.
Pero los demás cestodos secuenciados también tienen su interés. Si la tenia infecta a los humanos a partir del cerdo, hay otros dos gusanos del mismo género, Echinococcus multilocularis y Echinococcus granulosus, que nos llegan a partir del zorro y del perro, respectivamente. Ambos producen la hidatidosis, o enfermedad del quiste hidatídico, en que las larvas migran desde el intestino por la sangre y el circuito linfático hasta establecerse en los músculos y los nervios, donde puede permanecer latente por décadas.
La tenia y sus primos con forma de cinta son animales como nosotros, pero que al adaptarse al estilo de vida parasitario han perdido buena parte de los sistemas biológicos que constituyen el acervo común de los animales, y que existen desde nuestros orígenes precámbricos, hace unos 600 millones de años.