El centro del movimiento se encuentra al oeste de la isla, que es donde se han producido la mayoría de los terremotos del repunte de actividad que comenzó a mediados de marzo. Esta oleada alcanzó su día de más actividad –hasta la fecha- el 25 de marzo, con 232 terremotos. En verdad, la tierra no ha dejado de temblar desde que empezó el proceso hace dos años, pero la inmensa mayoría de los movimientos eran pequeños y no han sido notados por la población. Lo normal, para que esto ocurra, teniendo en cuenta que el foco está en alta mar y a unos 20 kilómetros de profundidad y que está a una distancia de entre 12 o 15 kilómetros de la costa, es que el seísmo tenga que ser de más de magnitud superior a 3 para que se noten.
El aumento de actividad llevó a la Consejería de Seguridad del archipiélago a activar el plan de protección antes riesgo volcánico (Pevolca) en fase de pre-emergencia el 27 de marzo. Desde entonces el otro indicador, el semáforo sísmico, está en amarillo. Según la web de la consejería, “esto significa que hay que prepararse ante una evolución desfavorable del fenómeno, y lo más importante es estar atentos a los mensajes oficiales de prevención y autoprotección que serán específicos para las zonas de riesgo”.
En cambio, los movimientos no han supuesto que se haya reactivado el foco volcánico de La Restinga, al sur de la isla. Esta localidad fue la más afectada por el inicio del fenómeno, ya que al abrirse bocas submarinas se cerró el puerto, lo que dejó a la población sin actividad. La Restinga es un enclave que depende del Ayuntamiento de El Pinar, en el interior de la isla, y que vive de la pesca y los clubes de buceo. La población fue desalojada un par de veces ante el riesgo de que los gases de las emisiones submarinas llegasen a tierra firme.