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sábado, 15 de diciembre de 2012

A una semana de la nueva era


Los mayas, reputados astrónomos, fueron capaces de calcular con precisión suiza cada cambio de estación, cada solsticio, cada orientación de sus viviendas a los dioses. Semejante tino les llevó a confiar en un calendario varios métodos para contar el paso del tiempo. El 21 de diciembre acaba la Cuenta Larga de 13 baktunes (unidades de 394 años), un periodo que pone fin a 5.126 años. Comenzó el 13 de agosto de 3.114 antes de Cristo. Ese día vuelve el dios Bolon Yokte, asociado a la guerra y la creación. Y marca un nuevo periodo. Solo (ese) dios sabe cómo será. En todo caso, el apocalipsis que supuestamente espera el viernes próximo ha desatado las estrategias del comercio turístico. ¿Y qué mejor que haber conocido ese paraíso, por si acaso? Recorremos por carretera tres sitios arqueológicos imprescindibles: Joya de Cerén (El Salvador), Copán (Honduras) y Tikal (Guatemala).

Joya de Cerén

El frondoso valle de Zapotitán, apéndice del parque nacional de los Volcanes, alberga al menos 250 yacimientos, de los que solo se han excavado tres. Es un valle derrochón en fósiles, jovial en el deje y colorista en las costumbres. El viajero puede toparse en el trayecto, por ejemplo, con una batucada que escolta la elección de la reina del colegio en el pintoresco Sitio de El Niño.
—¿Verdad que está guapa mi hija, señor?
JAVIER BELLOSO
Amenazada por tanto vómito de lava, no es raro que Joya de Cerén, apenas a 35 kilómetros de San Salvador, la capital de El Salvador, sea conocida como la Pompeya de América: una erupción del vecino volcán de Laguna de Caldera sepultó las 12 estructuras del poblado hacia el año 600 para conservarlas casi intactas, como recién abandonadas. Al contrario que los célebres yacimientos de Tulum, Chichén Itzá, Palenque, Tikal o Copán, aquí los vestigios no son básicamente religiosos, sino también del pueblo llano, campesino. Esa es su gran aportación. Y se calcula que el 90% de las edificaciones continúa bajo tierra. Un filón.
Gracias a esa milhoja de cenizas de siete metros se sabe, por ejemplo, que los animales no pudieron escapar de la erupción: han aparecido restos de pato, ratón y tortuga. Se sabe también que el chamán local era mujer, por los objetos encontrados en su habitáculo. Y las vasijas (de color rojo logrado con sulfuro de mercurio) dieron nuevas pistas sobre la dieta maya. Frijoles, maíz y yuca han aparecido en su vientre.
Rumbo a Honduras, la carretera de Santa Ana, de imprescindible casco viejo, invita a una fotogénica parada: el lago de Coatepeque, a la sombra del volcán de Santa Ana, tentación para senderistas intrépidos. El lago es la licuación de una perfecta caldera circular, inundada hoy por unas algas que, en determinadas épocas del año, cobran un insólito color Caribe.